sábado, 5 de noviembre de 2011

El “Trucha” Feuerstein un mago tricolor con la naranja.

(Material extraído de basquet total

( nobleza obliga citar la fuente)

alberto feuerstein

Alberto “Trucha” Feuerstein es un exponente destacado del básquetbol uruguayo que llegó a ser, en 1948, el máximo goleador de todas las divisiones que participaban en la Federación de su época.

Su nombre no me era ajeno, pero no había encontrado la forma de llegar hasta él. La fortuna hizo que me topara a con un ex compañero de trabajo, Washington Rossi a quién le conté acerca de las notas que estaba haciendo. Al instante me nombró a Feuerstein y me dijo: “anotá el teléfono y decile que yo te lo dí”. Eso hice. Al principio dudó si aceptar la entrevista por que en otras ocasiones ya se había negado a que le hicieran notas. Finalmente accedió.

¿Cuántos años tiene Don Alberto?

Si llego al 30 de este mes – dice refiriéndose a octubre de 2011- 83 años.

¿Cómo no va a llegar? Cuénteme en que año empezó a jugar

En el año ’43, en menores.con la camiseta del bolso

Era un muchachito.

Sí, tenía 15 años.

¿Y porqué en Nacional, por una cuestión de familia?

No, el tema es así. Somos todos nacionalófilos, pero yo en aquella oportunidad me había hecho socio del Rowing (Club) y jugaba en una canchita abierta que había ahí. Con nosotros iba a “chiviar” un delegado de Nacional que me dijo si no quería ir a jugar en un campeonato interno. Fui y salimos campeones. De ahí ya seguí. En el año ’43 empecé a jugar federado.

Y al año siguiente jugó en Primera

Ahí va, el asunto vino así. El Club no andaba muy bien y el equipo nuestro tenía un buen plantel. Estaba Manuel Robers que después fue campeón de tenis y que también jugaba muy bien al básquetbol, bueno, jugaba bien a todo. Entonces el técnico de Primera nos subió a los dos. En un partido en la cancha de Biguá donde el equipo no andaba, nos puso y anduvimos bien. De ahí quedé enganchado. Después intervine en el campeonato de Segunda, y alternábamos con los titulares de aquella época. Jugamos unos partidos y quedamos de titulares, pero este amigo se dedicó al tenis… y salió campeón nacional.

¿Usted pasó a integrar la selección?

Sí, jugamos un campeonato internacional y me citaron a la selección de la Segunda de Ascenso para jugar en Argentina un partido y otro en Uruguay, el técnico era (Héctor) López Reboledo. Ganábamos muy fácil porque en esa época, no es por menospreciar, pero era muy bajo el nivel del básquetbol en Argentina, muy bajo.

¡Como cambiaron las cosas!

Cambió todo. Bueno – continúa diciendo - ahí se hacía un campeonato de tiro al cesto, para lo que se designaba a dos jugadores de cada equipo que hicieran 25 tiros. Primero jugamos allá y en esa ocasión emboqué 23 de los 25 tiros y un compañero que jugaba en Neptuno embocó 22.

¿Cuántos años tenía en ese momento?

Tenía 16, y era titular en la selección.

Pero esos porcentajes de acierto hoy son impensables viendo como se erran los libres.

No sé porqué, no sé porqué, reitera. Hay cosas que no entiendo. No es que me quede con lo de otra época, hoy se juega un básquetbol muy distinto, y las comparaciones son imposibles. Ahora entrenan ocho horas diarias y nosotros, en aquella época, con mucha suerte, entrenábamos dos horas lunes, miércoles y viernes.

¿Cuántos años jugó?

Diecisiete años. Lo que trastocó mi carrera fue una lesión que tuve en la rodilla que hoy es una cosa sencilla, pero que antes era un problema. Me operaron, quedé mal, entrenaba y me dolía, seguí jugando un tiempo, pero no pude…

Sin ser una persona muy alta, leí que usted era un jugador muy rápido.

Esa era la ventaja que yo tenía, con 1,71 era muy rápido en un tiempo en que los jugadores eran más bien “lentones”. Aparte tenía unos compañeros que si bien no eran estrellas, eran unos compañeros bárbaros. A mí me marcaban de a dos entonces yo les decía que atacaran ellos también, pero me contestaban “no, tirá vos”, porque no eran buenos para encestar – dije riendo.

¿A qué le atribuye esa velocidad que tenía, entrenaba mucho?

Bueno, yo fui al Liceo Alemán y ellos a esa edad son muy exigentes con la preparación física, entonces tenía esa ventaja sobre los demás.

¿Hacía natación también? La cara se le ilumina como si con la pregunta lo hubiera descubierto en una travesura.

Me gustaba mucho, nunca competí, pero me gustaba mucho. Yo iba al Rowing y tenían lo que le llamaban una chata, en la que salíamos y nos bañábamos en el mar, el agua era divina. Yo me pasaba del básquetbol al agua y tenía buena flexibilidad. Y a raíz de eso fui desarrollando mi carrera.

La referencia a la natación traería, más adelante, otro dato de Don Alberto. Mientras tanto seguimos hablando de su participación en el básquetbol. A propósito nos cuenta una de sus frustraciones, aunque trata de dejarla de lado acudiendo a otros recuerdos más gratos:

Fui citado varias veces a la pre Selección de Primera y hasta el día de hoy no entiendo porqué nunca estuve en el equipo. Pero hay dos cosas que yo más valoro de lo realizado. Una es cuando Nacional cumplió los 50 años que me nombraron abanderado desde el Parque Central hasta el Estadio Centenario.

vicecampen de segunda en 1947Abanderado en una época en que Nacional tenía estrellas como Atilio García, Ciocca, por nombrar los más destacados.

Sí, monstruos, y yo llevando la bandera. Me emociono mucho – dice, y tenemos que hacer una pequeña pausa para poder retomar. Esa es una de las cosas que más aprecié. Y la otra fue en 1948, cuando subimos a primera División, yo salí goleador de todas las divisiones de la Federación Uruguaya de Básquetbol. Eso me enorgullece muchísimo.

En un tiempo en que había grandes goleadores.

Claro, estaban Lombardo, De Marco, Roselló. Tengo una medalla de eso. Esas dos cosas yo las valoro siempre, siempre.

Tiene muchos recuerdos lindos.

Sí, tengo muchos recortes, pero se me han llevado muchos también.

En ese momento interviene Norma, su esposa, y cuenta que Oscar Moglia, que escribía de básquetbol en una revista de la época, siempre le pedía alguno de esos recortes. “Y por ahí está – dice señalando los libros y diarios que me puso sobre la mesa para que yo tuviera material – lo que dijo Moglia, que había sido uno de los mejores jugadores”. Miro el material y leo las expresiones de Moglia refiriéndose a Feuerstein: “Es el jugador más espectacular que ví”.

Eso también debe de ser un orgullo, que un jugador como Moglia diga que usted fue de los mejores jugadores.

Moglia fue, para mí, el mejor jugador de todas las épocas de Uruguay – comenta, eludiendo el elogio. Era una cosa bárbara. Recuerdo que una vez, jugando en la selección, yo ya no jugaba, enfrentaron en el Palacio Peñarol a un equipo americano. Lo que hizo Moglia esa noche no está escrito.

Volviendo a su carrera, sin ser el problema de la rodilla, ¿tuvo otras lesiones, problemas físicos?

No. Esa fue la única lesión y tuve la desgracia de que me operara el Doctor Pedemonte, que era médico de en accinPeñarol. El asunto venía así, yo me lesioné en la cancha de Stockolmo. Después de muchas vueltas me dijeron que me tenía que operar. El masajista de Nacional me dijo que no me operara con el médico del club, porque había “pica” entre ellos, había envidia. Él me decía “mirá cuántos jugadores de fútbol se operaron con él y después no pudieron jugar más, que te opere el de Peñarol”. “¿Cómo le voy a pedir al médico de Peñarol que me opere?” - le decía yo. El tema es que la Directiva se movió y me operó Pedemonte. Hacía un mes que me atendía y el hombre se mató y no dejó historia clínica ni nada. Para mí, y para muchos, la lesión que yo tenía no era de meniscos, era de ligamentos.

Como los recuerdos van apareciendo sin que, aparentemente, exista un hilo conductor, Don Alberto evoca otro de sus momentos felices.

Nosotros jugamos una vez en Argentina contra el club Palermo que tenía jugadores de la selección de Primera, como un tal González. Esa vez perdimos por un doble, 56 a 54, pero de esos 54 yo hice 52, solamente otro compañero hizo un doble.

¿Jugaba solo?

Esa es una linda anécdota – lo dice orgulloso pero sin ánimo de vanagloriarse. Lo que pasa – agrega – es que ellos confiaban tanto en mí… (se refiere a sus compañeros de equipo)

Claro, jugaban para Alberto, o para el “Trucha”, ¿porqué le pusieron ese apodo? - se lo pregunto sin imaginar que la respuesta estaría ligada a otra que me había dado hacía un rato.

Justamente por lo escurridizo, y porque estaba siempre en el agua. Ese apodo me lo pusieron en el Rowing – lo dice con una sonrisa y me mira, como estudiando mi reacción. Su imagen de jugador escurridizo quedó muy clara. Luego comenta:

Tuve lindas y malas. En el ’48, fijate que esto dolió y mucho, yo había andado muy bien. Todos los años la selección de Montevideo iba a jugar con la selección de un Departamento. Recuerdo que esa vez fuimos a Paysandú, ganamos, me nombraron mejor jugador, y seis meses después, seis meses después – enfatiza - se jugaba el Sudamericano en Asunción, en la cancha de Comuneros. Como te decía hoy parte de la competencia era el certamen de tiros libres, y el que tenía mejor porcentaje de aciertos era yo. El técnico era Passadore, pero el que cortaba el pescado, como se dice, era Lovera. En esa ocasión viajamos trece jugadores, pero al llegar allá nos dijeron que sólo podían anotar a doce y me dejaron afuera a mí. Eso me molestó porque la delegación la integraba Don Miguel Diá, un muy buen jugador de Atenas que viajó con su señora, porque iban de luna de miel, recién casados. Que me sacaran a mí me dio tanta rabia que me volví a Montevideo. Ellos perdieron el campeonato de tiros libres. Por eso te digo, ¿cómo puede ser que seis meses antes era el mejor jugador del campeonato que jugó en la Selección Nacional y después ya no servía.

Esas cosas le dolieron.

Un montón de cosas. A mí nunca me gustó arrimarme por amistad, sino por lo que jugaba. Si sirvo bien, si no sirvo, bueno...

En Nacional también fue técnico, ¿Cómo le fue en esa experiencia?

No, técnico fui solamente en un campeonato, seis meses, pero no me gusta dirigir.

¿Cómo ve a los técnicos de la actualidad?

¿La verdad? Un desastre.

¿Por qué piensa eso?

el medallero propioPorque llegamos a un momento en que el básquetbol lo quieren manejar con los libros solamente, y no es así. Yo me guío por una cantidad de cosas. Hoy no es fácil dirigir, pero para mí el gran problema y que no se enoje nadie, pero lo único que falta es que les cuelguen una computadora en la espalda a los jugadores y entren a la cancha, no es así. Después, todas esas rayitas que hacen… falta un segundo y el técnico empieza a manejar jugadas y rayitas para acá, rayitas para allá, y cuando salen a la cancha me pregunto ¿dónde está lo que planificaron? Yo tuve varios técnicos, “Pencho” De Pena, López Reboledo, todos técnicos de selección…

¿Cuáles son las diferencias de los técnicos de hoy con esos que usted me nombra?

Pienso que quieren tener demasiada injerencia en el juego. El técnico tiene que existir, los hay muy buenos, pero no necesariamente siempre tienen que recurrir al librito, hay que dejar que el jugador se desarrolle y pueda largar las condiciones que tiene. En la actualidad hay jugadores como (Martín) Aguilera de Trouville que es un jugador de novela. Termina el partido y veo que hizo sólo dos tantos. ¿Qué, de un día para el otro se olvidó de jugar? No, es que los técnicos lo atan. Yo pienso que lo mejor sería tener buenos técnicos en fundamentos y después dejar que el jugador se desarrolle y pueda hacer su fuerte, unos por una cosa y otros por otra. A mí me destacaban por el pique. Por eso digo, hay que dejar que el jugador haga lo suyo.

¿Cómo era su pique, por qué lo destacaban por eso?

Porque picaba mucho, pero en aquella época, contrariamente a lo que yo hubiera querido, había tiempo ilimitado, no como ahora, entonces Lovera agarraba la pelota y se quedaba con ella. Por eso, del básquetbol actual, yo admiro como se ha desarrollado y embellecido, porque hay jugadores que son fabulosos. Pero el técnico corre al lado de la línea diciéndole lo que tiene que hacer, ¿no lo viste eso?

¿Usted mira el básquetbol de la NBA?

Miro sí, no mucho, pero miro.

¿No le gusta tanto?

No, me gusta mucho. Me gusta porque aplica tres cosas que si los aplicaran algunos equipos de acá mejorarían una enormidad. Cuando agarran un rebote salen como flecha para la cancha contraria. La velocidad entonces es una de esas cosas, el ataque rápido, el pase largo. Después, ¿no salió el ataque rápido?, hay que jugar la pelota, intentar penetrar y pasársela al cinco. Si no sale esta segunda opción, entonces hay que tratar de meterle la pelota al pivot y, como última opción recién, intentar el tiro de tres. ¿Cómo puede ser que acá se ve que un jugador pasa la mitad de la cancha, no hay nadie para el rebote y tira un triple? Yo soy un admirador del triple, pero en el momento justo para utilizarlo.

En su época no había triples, pero ¿le gustaba tirar de afuera de la llave?el trucha con alarcn

Tiraba – dice con cierta timidez.

Tiraba y embocaba seguramente.

Me ayudaban – agrega risueño.

¿Qué ayudaba, el viento? Porque era difícil jugar en canchas abiertas ¿no?

Sí, yo empecé a jugar en canchas con piso de tosca y las líneas de la cancha eran de ladrillo de campo entonces como la tosca se salía, quedaban los ladrillos para afuera Era difícil, porque había que eludir al contrario y al ladrillo – comenta entre risas.

Ni que hablar lo que serían las caídas con esas características del piso.

Ah sí, dificilísimas. Yo tenía la ventaja de ser ágil, y eso me ayudaba mucho. Para mí una de las cosas fundamentales tanto en el básquetbol como en el fútbol es la preparación física.

Cuando llegó el momento del retiro, ¿sufrió mucho la inactividad deportiva?

A mi me llamaron porque querían que dirigiera el básquetbol en Nacional. Era la época en que el presidente era Alonso Leguisamo. Yo dije que con mucho gusto, pero que necesitaba dos jugadores americanos. Me dijeron que el club no podía y yo les contesté que entonces no era culpa mía, que en esas condiciones yo no le servía a Nacional, ni me servía a mí. Más adelante vino Dante Iocco que me citó para presidir la Comisión de Básquetbol y ahí sí trajimos dos jugadores americanos, uno de ellos era (Jeff) Granger. Y muchos no saben que vino gracias a las gestiones del Cónsul uruguayo en Estados Unidos. En esa época había que pagarle el pasaje y como Nacional no lo pagaba, el contratista que tuvo que intervenir, cuando llegó acá, en lugar de llevarlo a Nacional lo llevó a Aguada.

Muy buen jugador

Un jugador excepcional para esa época. Ese año perdimos el ascenso. Al año siguiente yo insistía con el trabajo. Un compañero de la comisión me preguntó que era lo que yo necesitaba. Le dije que quería a (Luis) Larrosa que estaba jugando en Lanús (Argentina), y a (Edgardo) “Pancho” Irrazábal. Ahí sí salimos campeones, subimos a Primera y ganamos la liguilla ese mismo año. Estando yo, Nacional ganó dos liguillas. Después vino una etapa medio tristona, porque siempre, antes de comenzar la temporada, hacía un resumen de lo que se podía realizar. Entonces decía, para estar en el medio de la tabla se precisa tanto dinero, para estar más arriba tanto y otra con posibilidades hasta de descender. Me dijeron que para estar más arriba no había dinero. Entonces Dante Iocco le dijo a (José) Sassón, el tesorero, que dispusiera todo para traer a esos jugadores, pero con la opción del medio.

Que no era lo que usted esperaba

Lógico. Pero además el club empezó a flaquear; no anduvo bien en fútbol y en básquetbol llevábamos medio campeonato y no habían volcado ni un peso. En ese momento les dije que si no le pagaban al plantel yo renunciaba. Eso me costó incluso un embargo porque a Larrosa hubo que alquilarle un apartamento. Por suerte los compañeros que quedaron, después que renuncié, hicieron las gestiones para regularizar todo.

Una pena, porque la historia podía haber sido otra.

Sí, yo podía haber seguido, la presidencia me interesaba porque había que trabajar, había que ver qué jugadores se traían, porqué, cómo.

Vamos a cambiar de tema. Usted contaba que fue al liceo Alemán, ¿es hijo de alemanes?

feuersteinbusSí, padre y madre alemanes. Mi padre se vino a trabajar en el año ’13 pero fue primero a Chile, contratado, porque se especializaba en carrocerías de camionetas y ómnibus. Después acá hizo el Dorado, que fue famoso. Pero te cuento, en Chile mis padres tuvieron dos hijos. Después se fueron a la Argentina y trabajó en otra empresa. Ahí tuvieron otro hijo. Cuando vinieron a Uruguay tuvieron cinco hijos más, un cuadro de básquetbol –dice riendo. Y todos trabajamos en la fábrica de carrocerías que mi padre montó acá, tenía 73 operarios.

¿Usted siente que tiene un temperamento alemán?autobar carroceras feuerstein

Ah sí, sí.

¿En qué lo nota?

Lo que se nota más me parece que es el cumplimiento, lo que pretendo realizar en la vida, ser puntual, disciplinado, no hacer macanas.

Hicimos una pequeña pausa, momento en que aprovechó para rescatar otras anécdotas:

Hay algo que yo siempre recuerdo, es a un muchacho que jugaba con nosotros en Segunda de Ascenso y el padre lo acompañaba. Un día ese hombre, el padre, que era de una filosofía muy extraña, me dijo: “Trucha, usted no sabe lo que es la vida”. Y claro, había una diferencia bárbara de edades, entonces yo le dije: ”Claro que no” y él me dijo: “No hay cosa más triste que venirse viejo”. ¡Que verdad!

¿Sí? ¿Usted piensa eso?

Sí – contesta en forma casi inaudible por la emoción.

Con todas las cosas lindas que le han pasado, ¿por qué tiene esa sensación?

No sé. Por ejemplo con la parte deportiva me quedó mucha rabia con el tema de la rodilla, porque ahí era mi mejor momento. Yo seguí jugando, pero no de la forma que pretendía. Pero en lo demás felizmente anduvo todo bien, desarrollé mi vida. Lo otro son las dificultades que tengo ahora, mi señora me dice: “¿Qué querés, tenés ochenta y tres años? Pero yo quisiera poder salir a caminar, no puedo. Me invitan a ir a ver un partido, no tengo ganas.

Sin embargo tiene un montón de recuerdos muy gratos que no se los quita nadie.

Por supuesto, pero deportivamente me quedo con rabia porque tendría que haber integrado la Selección que fue a Londres, a varias, y por cuestiones de amistades, que se arreglaban entre ellos y vas vos, vas vos, no pude.

¿Familiarmente como fue su vida?

Muy bien felizmente. Con mi señora vamos a cumplir (en diciembre) 60 años de casados, tengo una hija y dos nietas.

trofeo a los 100 aosEn ese momento comenzó a hablar de otros temas que le provocan angustia. Como de la nada apareció Norma casi rezongándolo: “Trucha, ¿de qué estás hablando Trucha?”. Ese fue el salvavidas que necesitaba la situación. Aproveché para tomar algunas fotografías y ver los materiales que Norma me había acercado al comienzo de la entrevista. De pronto, sin que viniera a cuento y demostrando que la memoria es, muchas veces, una herramienta ingobernable, Don Alberto le dice a su esposa: “Te olvidaste de ir a la peluquería”.

En todos lados lo han elogiado mucho – le digo repasando las publicaciones que tengo ante mí.

Tuve suerte

¿Será sólo suerte? ¿O habrá puesto de su parte también?

Ahí interviene Norma nuevamente:

Mucha dedicación, mucho amor a Nacional. ¡Si lo habrán llamado para ir a otros cuadros! Pero nunca, nunca, nunca se hubiera ido. El dijo siempre “soy jugador de Nacional y voy a serlo hasta el día en que me muera”.

¿Y si le hubieran dicho que venía un hincha de Peñarol a hacerle una nota, hubiera aceptado?

Sí - responde ella en forma categórica – él era muy amigo de los jugadores. Tiene muchos amigos de Peñarol. En aquella época con “Macoco” Acosta y Lara, el “Tito” Morena y con otros jugadores eran amigos, pero amigos de verdad. Dentro de la cancha eran rivales, pero eran muy amigos.

Don Alberto recuerda que un dirigente de Peñarol llevaba el auto al taller de carrocerías de su padre y siempre le decía: “venite para Peñarol”. La charla fue transcurriendo entre varios temas: la pertenencia de los jugadores a “su” club, el recuerdo de compañeros de básquetbol como Eber Mera de quién dice es “una bellísima persona”, hasta lo más cotidiano como la preparación previa a los partidos. Las vendas – acota una vez más su esposa – “se las conseguía mi tía, eran vendas de lienzo para ponerse en los tobillos”. Sus intervenciones me llevaron a una pregunta que, a esa altura, ya parecía inevitable:

¿Cómo se conocieron ustedes, en una cancha?

En el fútbol – responde Norma. Yo iba a la tribuna América aunque lloviera a cántaros, con mi abuela, con mi tía, todos íbamos a ver a Nacional. Él iba a la platea y desde abajo me miraba. Un día, por una amiga en común que también iba a ver básquetbol, me lo señaló al Trucha y me dijo que ese rubiecito jugaba al básquetbol y que le había dicho “¿porqué no vienen a los partidos?” Ahí empecé a ir al básquetbol y me ennovié con él. Hasta el día de hoy que vamos a cumplir 60 años juntos, si Dios quiere.

Una vida juntos

Una vida y media – comenta risueño Don Alberto

Pero no se arrepientedon alberto en su casa

¡Nooo! – dice muy seguro de su respuesta.

Lo dice porque está su señora acá, pero si se va ¿me dice lo mismo?

Más todavía, más. Si no fuera por ella yo no estaría caminando.

La emoción se apoderó una vez más del “Trucha”. Fue momento de apagar el grabador y dejar que la charla fuera por otros carriles. La verdad que me sentí privilegiado de poder conocer a Don Alberto Feuerstein y a su esposa. Más aun, le dije a él que había logrado revertir, al menos para mí, el concepto de que los alemanes son gente fría. Emocionado una vez más, simplemente me repetía: “Gracias, muchas gracias”. Gracias a vos Trucha.

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Dr. Justo María Alonso Leguisamo, fue presidente de Nacional en el año 1979. Asumió debido a la prisión de Don Miguel Restuccia.

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